jueves, 21 de enero de 2010

La cerámica de los senos preciosos


Cuando iba a su casa siempre había sol y los atardeceres eran anaranjados, pero de esos pegajosos y con pocas posibilidades de escapatoria. En la noche, Lima era mas amable con nosotros, viendo televisión a pesar de lo poco que le importaba a su familia mi presencia en su sala o comedor. De ese tiempo recuerdo que veíamos contra mi voluntad los culebrones de Marisol Aguirre y su lema "no lo pienses, disfrútalo" acurrucados en un sofá de ubicación equívoca en el comedor, escondidos detrás de los afiches de la pantera rosa que invadían todas las paredes del departamento de su padre. Las panteras rosas eran cómplices de mi presencia y me transportaban a los días que siendo niño la dibujaba y recortaba en mis juegos mas adormecidos por el paso del tiempo.

El inicio de la relación fue confuso, pero teníamos antecedentes en algunas reuniones de poca luz, cuando ibamos a comprar el vino, en un taller del centro de Lima, perdíamos el control bajo el influjo de la música brasileña, al parecer nos poníamos en trance. No creo que haya sido por mi culpa, pero era mejor, por nuestro bien, permanecer abrazados hasta que la realidad nos separase.

Una tarde, lejos de aquel taller que nos enloquecía y en medio de un iluminador intercambio de cervezas en un bar de muy pocos parroquianos se selló un trato de apoyo mutuo con la única coartada de la realidad terrible de estar vivos, cosa que visto desde el hoy se me hace una propuesta correcta. Era cerca del departamento de su padre y en el camino nos dimos cuenta que para efectos prácticos nos habíamos convertido en una nueva pareja de enamorados. Así lo entendimos ambos, de modo que resueltos los asuntos previos, y aún con el dulce efecto de la cerveza, ella me dijo ¿ya te puedo besar?... así empezó su presencia formal en mi vida.

En el departamento de su padre, que era el lugar de nuestros encuentros habituales, llamaba la atención una cerámica que básicamente eran dos senos de mujer perfectamente logrados con brillo y color exquisitos, esta cerámica era para mi algo asi como un trofeo de guerra, el logro del tiempo, la señal de un avance significativo en mi vida, podía representar la mujer en general, la feminidad, el espacio soñado y finalmente conquistado.

Con el tiempo, si bien los días y las noches eran muy buenos, una añoranza se acrecentaba, ¿que será de la vida de mis hermanos a esta hora?, después de algunas punzadas en el alma, vino el nirvana, la ausencia total del tiempo, y la sensación de andar flotando en lugar de ir caminando por las calles de Lima. Mas adelante ya no habían preocupaciones, salvo mis horarios laborales que cada vez me parecían mas cortos e insignificantes. Ella se tomó el trabajo de ordenar todos mis dibujos y lienzos del taller. El tiempo volaba como siempre pero lo importante prevalecía y marcaba la pauta de las horas.

Un día, como todo en la vida, nuestra historia se terminó y regresé a mis eternas miradas a la arena, las hormigas, y las plantas sin ningún asomo de color. En realidad fue una noche fría, distante y nítida, sentados ambos en una banca, bajo un árbol traidor de pequeñas flores blancas.

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