viernes, 20 de abril de 2012

todos los días empezamos de cero

“el artista es el incomprendido, el parásito, el excéntrico; vive en un grupo cerrado y aún el barrio que habita con sus congéneres, es un lugar equívoco; lo miran con desconfianza el burgués, el proletario y el profesor"-Octavio Paz


En la constancia de los días, en la antigua caminata nocturna y diurna, en la experiencia misma de los años transcurridos ya no hay lugar para la sorpresa. Si hay una promesa : un lugar donde el arte respire. Esto continúa desde antes, continuará después, es la eterna tarea, que el minotauro no muera aún cuando esté encerrado en el laberinto, que la esperanza no desmaye, estamos aquí para construir ese lugar, después de todo, sólo se trata de un lugar para el humano libre, creyente en un mundo mejor, discernible, fortalecido por su magia y su entereza. Emprender el camino es la construcción, recuerdo por ejemplo el hermoso proyecto instalacionista realizado hace unos años en alta mar por dos artistas europeos, instalaron una precaria vivienda en forma piramidal y la habitaron durante una lapso de tiempo, alrededor de un mes, él escultor ella fotógrafa, todo sobre el mar, se sentía entonces mas intensa la corrosión que provoca el agua y la humedad y la precariedad de ser un artista, aquel hombre libre que Cortázar vió en el minotauro de la leyenda griega. 

Lo otro, lo común lo vivimos a diario, en los periódicos del kiosko de la esquina, en el tráfago de la calle, en la velocidad de los automóviles por las grandes avenidas de la ciudad, en los bancos, en los enormes edificios de lunas espejos, en el sistema que no se detiene, que es anónimo , que tiene una lógica definida y conocida con su ideología vertical y finalmente banal, esa que está por todos lados y que nadie está dispuesto a cuestionar, para qué.  La sociedad, el poder del dinero, la maquinaria del sistema, silenciosa y dura. Ése es su retrato, si, muy bien, algo mas ?... el discurso sobre la imagen y sus manipulaciones, su sesgo y su crítica, lo que debe ser y lo que no. Ése es nuestro contexto, nada nuevo, el de siempre, hasta que resistamos o nos adaptemos, es sencillo.

Y de pronto tenemos al arte, que no se sabe de donde viene, al que nadie ha invitado a la mesa, pero reclama su espacio, su lugar, que habla y no se le entiende del todo, que habla y resulta ser otro idioma, un idioma mas elevado, un idioma mas íntimo y cuestionador. Al sistema le incomoda y entonces lo mira de reojo, a ese hay que controlarlo, a ese hay arrinconarlo, a ese hay que hacerle hielo, ese es peligroso para nosotros, entonces queda postergado. Y justamente ahí radica su fuerza, en las tardes olvidadas del cementerio, en la libertad del tiempo dedicada a su manifestación, el arte emerge profundo, intenso, fuerte, mágico, subyugante, cristalino, nuevo y nos habla. Es el espacio nuevo, es el espacio sagrado y eterno, es el lugar donde el arte respira.