lunes, 28 de septiembre de 2009

Volviendo al edificio


Los colores sepias debajo de las veredas en la ciudad, me lo decían. Si, y la manera en que habían quedado regadas algunas bolsas de basura sobre el pavimento, la nitidez en medio de los colores apagados, mustios. Había amanecido Lima, con sus colores tierras, marrones trasparentes y las líneas amarillas de las pistas aparecían demasiado marcadas, mas que nunca, y eso lo hacía todo sospechoso, muy sospechoso y frío . La neblina y un microclima de atmósfera turbia me decía que era un día de mirada introspectiva, con resabios de pasado, un pasado persecutivo, un pasado enfermizo . Se podían descubrir a simple vista las huellas de las llantas fosilizadas en la calle, algunas cuadras antes de llegar al edificio, ese edificio . Llegar al edificio, respirar hondo y recordar. Se me confundía con otro recuerdo aun peor: un arbol gris en mitad del patio interior, desde las vidrieras, flores de plástico, la mañana mustia, la promesa de una vida lejana detrás de la agonía. Si, observar la reja y las letras oxidadas del edificio , nunca podría leer su nombre. Su nombre, un nombre, tal vez el de un duende que se cayó de la biblioteca , tal vez el cabello que se deslizó en el lavatorio del baño frente al espejo carcomido, si, claro, entrar al edificio. El olor a hongos era lo natural para un edificio antiguo, casi una reliquia pero necesario para obtener esa sensacion de tiempo detenido, de estallido contenido, de suspensión en el silencio...

Ser complices era lo bueno de andar juntos, poder apreciar efectivamente el borde del cielo nocturno cargado, como si se hubiera empozado el agua de manzana , un fondo de mar vuelto hacia arriba, tu mar de soledad. Reirse de la angustia era todo un arte, y tambien un acto heroico y a fuerza de práctica se tornó en algo cotidiano, ¿hacia donde nos llevaba este barco?....

Te hice algunas fotos a colores, en donde parecías de menor edad, como una muñeca de zapatos grandes, un cuerpo extraño en la ciudad de Lima. El tiempo pasó. Sobrevivimos juntos a muchos contratiempos, abrimos el espacio a algo que no tenía espacio: el arte y su lugar para respirar, una nueva mesa y una nueva silla, un nuevo reloj, la cosa parecía tomar presencia en la realidad.

El edificio viejo quería parir un pequeño edificio construido de nuestros anhelos. Quien sabe por que nos separamos, quien sabe por que la sala de cortinas pesadas se cansó de nuestros cuerpos, quien sabe que le pasó al cuadro enmarcado en vidrio de un corazón de Jesús que nos miraba con ojos acusadores. Lo cierto es que pasó. Una tarde anaranjada marcó el final de esa vida juntos.

Así tambien, cuando intenté escapar por los techos en ese otro recuerdo peor, asi también cuando busqué la llave dentro del jabón en mi delirio , pero había que esperar, saber esperar, todo eso tambien pasaría . La bruma sepia se iba disipando, poco a poco la luz del sol aparecía, primero tímida y lejana, dejando un rastro de frio húmedo detrás, se hacía su lugar, si, se hacía su lugar. La mañana ya empezaba a avanzar y esta vez con toda la fuerza de un día de sol. Si lloviera mas tarde , tal vez no llovería agua, sino cuerpos oscurecidos , cuerpos anónimos y entre ellos también, tal vez nuestros cuerpos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario