La sensación vino al día siguiente de asistir a un matrimonio en Canta. La mañana estaba muy iluminada y el frío seco del lugar ayudaba a observar las cosas desde otro ángulo. Un olor a comics se instaló en mi cerebro y también se comunicaba con un color amarillo en mi vista. Seguramente se trataba de un recuerdo de infancia, cuando me quedaba leyendo comics hasta las once de la mañana debajo de las frazadas de mi cama. Pasaban en mi mente revistas de Batman, Superman, Fantomas y las de Walt Disney, Tribilin, Rico Mc Pato y otros. Un mirar en amarillo como las páginas de las historietas de mi infancia y la fragancia de un poco de fantasía que se hace realidad.
¿Qué es la realidad sino una cristalización de nuestros sueños?...
La complicidad de una voz femenina quejándose por algún dolor me sugería una nueva escena en medio de algo por conocer, una verdad largamente esperada.
El clima del lugar, ese frío seco con fuerte sol en el cielo al parecer potenciaban mis capacidades de observación, fumar un cigarrillo en la altura y volver a ver el mural que pintaba en la iglesia principal de Canta me ponían en alerta de detalles que hubieran pasado desapercibidos para mi de manera natural.
Un sueño era recurrente en esa época, la de un proyecto olvidado en un taller cuyas llaves había perdido en mi mesa, un taller que cobijaba dibujos de formato amplio sobre las paredes y en carboncillo, extraviados ya en mi memoria y que revelaban alguna verdad, un taller que no existía en esta realidad, pero que si se presentaba en mis sueños como algo cotidiano. Un taller que vive en mis sueños. ¿dónde estaba ese taller en la realidad?
Esta misma historia había sido escrita antes, pero por algún artilugio del ciberespacio se perdió, ahora que mi Lima húmeda se presenta triste y sola en su deriva, trato de re-escribirla.
En Canta, una mañana después de esta sensación buscando un lugar donde desayunar, casi al lado de la carretera, un rayo de luz fuerte me llevó a una mesa y mientras me calentaba con un café con leche hirviendo, huevo frito y jugo de naranja, a mi vista aún amarillenta y de olor a comics se presentó un enorme gato blanco para despertar en el brillo de su mirada a esta realidad, el arte tal vez nos mueve entre estos dos mundos, y al menos por hoy quiero estar en el real.
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