martes, 19 de abril de 2016

la habitación de vidrio bajo el cielo nublado

podría ser que un jabón esconda una llave, que recostar el alma con el pecho hacia la puerta del garaje acuse un pequeño resplandor
rezar después de escuchar un silbato
volver a la banca del parque para ver el esqueleto de un árbol que antes fue amigable
saber que una estampa con banalidades también produce angustia
la habitación de vidrio con techo texturado y blanco no permite el buen humor
volver al taller 23, revisar los escritos en carboncillo de la pared
no olvidar las noches en las que la puerta se llenó de crustáceos nerviosos por la inminencia de una ruptura del tiempo
la avenida que siempre se bifurcaba en dos temporalidades distintas y universos paralelos
los días sepias y de hormigas resignadas
las parejas enfriadas por la humedad de Lima
el eterno retorno de los noventas en los cementerios y las barandas de fierro de verde óxido
las ventanas del Museo y los baños que esconden secretos de la tarde
los interminables aviones grises en el cielo
las lecturas desérticas en la cama tendida y olor a eucalipto
despertar en la madrugada y acusar a la Luna, que pese tanto sobre el cuerpo
que la arena nos seque los pies y permita al cabello que sobreviva a la noche
dos veces accionar los músculos y los huesos de las manos
escuchar una radio a transistores en la azotea de la casa de reposo de los enajenados
estar atrapado en un incendio y recorrer con la mente el movimiento de una gacela
los días recortados también existen en la imaginación de algunos ancianos
contar automóviles blancos y rojos en una mañana neblinosa
justificar el alargamiento del día, siempre y cuando advirtamos que los perros de la esquina ya están cansados y canosos
notar el deterioro de la ciudad por los televisores encendidos que balbucean noticias repetidas del mes anterior y telenovelas ya fosilizadas
regar el jardín y cortar los nexos de las telas de araña a la luz del faro vacío de la calle
incendiar el vidrio con corrientes de agua, para que la mujer pueda vestirse de nube
y que el conteo de días sea semejante a un océano cuando cumple el semestre de abandono